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Detrás de ti

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¿Nunca has leído aquello relatos donde sientes que estas demasiado concentrado? Si, suele pasar, tanto así que se te olvida el mundo y solo cuentan la página y las letras. Alguien podría estar ahí, pero no lo notarás pues tu concentración está en la pantalla… Como ahora, vine desde la cocina hasta tú habitación y aún no sabes que estoy a tu lado izquierdo.

La decisión de las ánimas

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  Cinco jóvenes, todos fanáticos del ocultismo, nigromancia y las artes oscuras de la magia, se encontraban en camino a una iglesia que había sido abandonada hace más de ciento veinte años. En la misma, los jóvenes tenían pensado realizar rituales para su propio entretenimiento y practicar pues los cinco eran novatos en su oficio. Una vez en el lugar, tomaron una mesa y, dichos los versos de inicio, comenzaron con una sesión que parecía no salir muy bien, pues ningún ánima tenía el interés en manifestarse. Por lo tanto, uno de los jóvenes tuvo una idea. – SI HAY ALGUIEN EN ESTE LUGAR QUE LOS MOLESTE, TOQUEN TRES VECES LA PUERTA – Al escuchar los tres toques fúnebres en la entrada, el joven preguntó titubeante los nombres de las personas que causaban incomodidad en las almas torturadas de aquel recinto. En eso, las sillas de dos de los jóvenes cedieron al mismo tiempo, solo para dar a entender que, ellos eran los destinados a irse. Con esmero y terror, los jóvenes salieron disparado...

La cabaña

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  Esta es la  historia jamás contada  de un cazador, que un día fue al bosque a hacer precisamente eso, cazar. En su travesía, decidió cambiar de rumbo para dar diversidad a su oficio, así que giró su camioneta y la estacionó frente a un bosque desconocido que tenía la fama de ser abundante en presas grandes. Fue con su escopeta afianzada a sus manos, en espera de algún animal descuidado, pero no pudo ver más allá de su nariz, ya que de repente, una abundante niebla se apoderó del panorama. Esta resultaba tan espesa y profusa, que el cazador no pudo dar con su rumbo de origen y se adentró en el bosque más de lo que había planeado. Caminó y caminó frotando sus manos en sus antebrazos, pues la niebla trajo consigo un frío atroz que le caló hasta los tuétanos al pobre cazador, mientras un marcado humo blanco salía de su boca con cada respiración. A su vez, temblando como una hoja, el cazador comenzó a dar gritos desgarradores por  la desesperación, ya que sintió que dos...

Anillos en sus dedos

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Daisy Clark había estado en coma durante más de un mes cuando el médico dijo que finalmente había muerto. Fue enterrada en un fresco día de verano en un pequeño cementerio a un kilómetro y medio de su casa. “Que descanse siempre en paz”, dijo su marido. Pero no lo hizo. A última hora de la noche, un ladrón de tumbas con una pala y una linterna comenzó a desenterrarla. Como la tierra seguía estando suelda, llegó rápidamente al ataúd y lo abrió. Su presentimiento era cierto. Daisy había sido enterrada portando dos valiosos anillos: un anillo de bodas con un diamante y un anillo con un rubí que brillaba como si estuviera vivo. El ladrón se arrodilló y extendió sus manos dentro del ataúd para arrebatar los anillos, pero estaban totalmente adheridos a sus dedos. Así que decidió que la única manera de hacerse con ellos era cortando los dedos con un cuchillo. Pero cuando cuando cortó el dedo con la alianza, este comenzó a sangrar, y Daisy Clark comenzó a moverse. ¡De repente, ella se sentó! A...

La cosa

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Ted Martin y Sam Miller eran buenos amigos. Ambos pasaban mucho tiempo juntos. En esa noche en particular estaban sentados sobre una valla cerca de la oficina de correos hablando sobre nada en particular. Había un campo de nabos enfrente de la carretera. De repente vieron algo arrastrarse fuera del campo y ponerse en pie. Parecía un hombre, pero en la oscuridad resultaba difícil saberlo a ciencia cierta. Luego desapareció. Pero pronto apareció de nuevo. Se acercó hasta la mitad de la carretera, en ese momento se dio la vuelta y regresó al campo. Después salió por tercera vez y se dirigió hacia ellos. Llegados a ese punto Ted y Sam sentían miedo y comenzaron a correr. Pero cuando finalmente se detuvieron, pensaron que se estaban comportando como unos bobos. No estaban seguros de lo que les había asustado. Por lo que decidieron volver y comprobarlo. Lo vieron muy pronto, porque venía a su encuentro. Llevaba puestos unos pantalones negros, camisa blanca y tirantes oscuros. Sam dijo: “Inte...

Ven a jugar conmigo

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Hace un tiempo, una amiga mía y yo decidimos hacer espiritismo por primera vez, ya que nunca antes nos habíamos atrevido a hacerlo. Llamamos a otras dos amigas para que nos acompañaran, ya que a mí me habían dicho que probablemente con solo dos personas sería más difícil que pasara algo. Nos costó trabajo convencerlas, pero al final cedieron. Lo preparamos todo y, un poco asustadas, comenzamos a hacer la ouija. Durante la sesión, una de las compañeras a las que habíamos llamado dijo: “Yo me voy de aquí, menuda tontería esta de la ouija”. Nosotras nos asustamos un poco y decidimos dejarlo para otro momento. Al cabo de unos días, la compañera que se había ido me llamó aterrorizada, diciéndome que, de camino a casa después de haber ido a estudiar a la biblioteca, al pasar por delante de una casa en ruinas que hay cerca de su hogar, una niña vestida de blanco le había pedido que jugara con ella. Mi amiga le dijo que no podía ya que tenía prisa por llegar a su casa, y acto seguido, la niña ...

¿Quién apagó las psicofonías?

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Lo que me dispongo a relatar es absolutamente verídico y relativamente reciente, me ocurrió a mí hace aproximadamente seis meses. A mí el mundo del espiritismo, las psicofonías y demás me produce mucha curiosidad, pero a la vez me asusta. Un compañero de clase me proporcionó un CD que tenía grabadas algunas psicofonías. Mi hermano me propuso llevarme un portátil para escuchar el CD mientras se duchaba, y así lo hicimos. Antes de escuchar la primera psicofonía una voz presentaba el CD y hacía una advertencia: “Nunca lo escuchen a oscuras”. En ese momento, para asustar a mi hermano, apagué la luz del cuarto de baño y él gritó: “¡Enciende la luz!”. Cuando la encendí, el disco ya no sonaba. Alguien le había dado al stop. Yo no fui, de eso estoy seguro porque tenía el dedo en el interruptor de la luz, y mi hermano tampoco, estaba dentro de la bañera y a más de dos metros del portátil. ¿Quién apagó las psicofonías? No lo sé, y no estoy seguro de querer saberlo.